miércoles, 23 de septiembre de 2009

Pétalo 141 :) Tu Sello Real

Hace mucho que mucho tiempo allá por medio Oriente, la gran maestra "Zunilda" era reconocida por todos por su sabiduría, humildad y bondad.

A ella concurrían muchos en busca de consejo y aliento. 


El jóven "Cid" hizo un largo viaje para llegar a la casa de la gran maestra y al llegar su turno le dijo:

- Maestra Zunilda, siento que la vida me da menos de lo que merezco, se que debería estar contento, tengo amigos y familia que me quieren, aún así deseo ser más feliz, poseer más riquezas y compartirlas con mi familia, sin embargo mi vida es mediocre y en el fondo poco placentera, no se qué hacer para mejorarla. 

- Bien, bien ... -contestó la maestra- Mira ..., antes de pasar a resolver tu preocupación,  en estos momentos tengo un problema yo, así que te pido tu ayuda para resolverlo y luego podremos seguir con lo tuyo, te parece correcto buen muchacho ocuparte de mi asunto antes. 

- Cid se sintió sorprendido de que la maestra no tomase en cuenta su pregunta y le saliése con esta respuesta, pero no pudo menos que decir:

- Si por supuesto, ¿Qué necesita la maestra que yo pueda hacer?

- Tengo que vender urgentemente este anillo por no menos de una moneda de oro. Sólo te pido que por favor tomes tu caballo, vayas al mercado y lo vendas, eso si no aceptes menos de una moneda de oro , entendido jóven Cid. 

Dicho esto, tomó el anillo de su dedo y se lo entregó a Cid,  quién -bastante molesto, para que negarlo- subió a su caballo y se dirigió al mercado a cumplir el encargo, ya que así se lo había requerido su apreciada maestra. 

Una vez en el mercado Cid ofreció a la gente que pasaba el anillo pidiendo el precio que el maestro le había indicado.

No consiguió más que burlas de la gente, todos y todas pasaban miraban el anillo y comenzaban a reirse a carcajadas, pasando de largo otros tantos. 

- Una moneda de oro por ese anillo, muchacho, tú sí que estás loco, te ofrezco tres de cobre y esta daga, es la mejor oferta que podrán obtener, será muy inteligente de tu parte que lo aceptes. 

La mejor oferta que recibió la obtuvo de una dama de buen aspecto quién envió su criado para que ofreciese una moneda de plata; aún así el jóven Cid no aceptó ya que su sabia maestra Zunilda le había encomendado que no aceptase menos de una moneda de oro. 

Horas después y ya cuando el mercado empezaba a cerrar, Cid agotado por el esfuerzo y totalmente decepcionado de tan ridículo encargo optó por regresar a la casa de la maestra.

En el viaje de regreso incluso pensó para sus adentros:

- Será realmente la sabia Zunilda tan buena maestra y sabia como se dice?... o sólo una vieja coach que no tiene quién la aguante, y además qué ambiciosa que pretende una moneda de oro por este pedazo de lata si valor, que lleva siglos en su dedo fruto de algún desengaño de cuando fue moza. 

Al llegar dijo, con cierto tono de molestia en su voz:

- Sabia Zunilda, me destrocé los pies en el mercado yendo de puesto en puesto para poder vender tu anillo, así mismo en la plaza vociferé ofreciendo tu anillo a todos los que pasaron, pero lo máximo que obtuve fue la oferta de una moneda de plata de una señora acaudalada; en cambio nadie me ofreció una moneda de oro por él. 

- Ahá muy bien realizado el encargo muchacho -dijo la maestra Zunilda casi sin mirar a Cid- Ahora por favor podrás terminar el encargo para mí ...

Verás ve a la casa de Joyero Real que está frente a la Mezquita y dile a él que te indique el valor del anillo, eso si no se lo vendas por favor, independientemente de lo que te ofrezca, has entendido jóven Cid?

Hacia allí partió Cid a cumplir el nuevo encargo, decepcionado y con la sensación de que la vieja sabia lo tomaba como un sirviente y mucho peor, no había prestado aún ninguna atención a su consulta, y lo tenía de recadero con el dichoso anillo que no era más que chatarra. 

Al llegar al sitio indicado encontró al Joyero Real casi a punto de cerrar su negocio, con algunos ruegos consiguió que entrase nuevamente y analizase el anillo, ya que si no terminaba su encargo para la sabia Zunilda nunca podría ayudarle en lo que le preocupaba. 

- Y cuánto cree que puede valer este viejo anillo? -preguntó el jóven Cid convencido de antemano del escaso valor de la pretendida joya de la anciana Zunilda. 

- Bueno... hum ... la verdad es que...yo diría... -titubeaba el Joyero Real mientras miraba el anillo desde todos sus ángulos- ...digamos que podría llegar a valer unas setenta monedas de oro...pero bueno, dado tu apuro yo podría pagarte ya mismo alrededor de cincuenta, bueno mejor dicho...cincuenta y dos máximo...

Lo siento no dispongo de más en la tienda; si no estás conforme deberas esperar a la semana que viene a que disponga del total de monedas, unas 70 no más, el precio del oro ha bajado mucho tras las guerras. 

La mandíbula de Cid cayó dando a su rostro una estúpida imagen e impidiéndole artícular palabra alguna. Esto sin duda fue tomado por el Joyero como una hábil estrategia de regateo, ya que sin darle tiempo a recuperarse le dijo.

- Esta bien, está bien...veo que eres un duro negociante, pero no tengo forma de conseguir más de setenta y dos monedas de oro en este instante..., si esperas que vuelva mi esposa iré al  prestamista y obtendré las 72 monedas, no me presiones más que no habrá más, lo siento estamos en crísis. 

El jóven Cid sin poder articular palabra aún, logró recuperar el anillo de la mano del Joyero -que se resistía a soltar la joya- y regresó a la casa de la sabia Zunilda sin montar en su corcel, y llegó agotado al aposento de la anciana maestra. 

Al ver su rostro sorprendida Zunilda le dijo:

- Hola jóven Cid,  ¿Qué te ha dicho el Joyero ?

- Realmente no lo puedo creer...cotizó el anillo en 70 monedas de oro, y llegó a ofrecerme 72 en ese mismo momento, eso si ni una moneda más, y todas ellas sabia maestra de oro puro, quiere que regrese y se lo venda ? no estoy cansado y lo haré con sumo gusto. 

- No, apreciado jóven -contestó la vieja mientras volvía a colocarse el anillo en su dedo- conozco el valor del anillo y se trata de una joya más valiosa aún de lo que el pillo del Joyero te la cotizó, este viejo anillo perteneció al Supremo Sultán, aquí está su sello y cualquier Joyero puede reconocerlo al instante. 

- Pero...no entiendo...y por qué nadie en el mercado llegó a ofrecer más que unas pocas monedas de cobre por él, siendo el viejo anillo del Sultán?
- Querido Cid, porque para advertir el valor de ciertas cosas hay que ser un experto.

La gente en el mercado a lo sumo podría advertir el brillo del oro o el tamaño de una piedra incrustada, pero ninguno de ellos reconocería el Sello Real en el anillo, es un anillo sencillo sin ornamentos ni brillos, simplemente el valor lo tiene en su sello personal que es único, especial e irrepetible. 

Después de invitar a Cid con un gesto de su mano a sentarse a tomar té, la sabia Zunilda prosiguió:

- Lo mismo ocurre con tu vida jóven Cid, estás esperando que la gente te reconozca o que el destino te favorezca y no adviertes que el verdadero valor lo da el "sello real" que todos tenemos dentro, así que no te preocupes por ello. 

Así que regresa y saca provecho de tu vida, no por lo que los demás opinen o te den, o en cuánto te valoren, sino por el verdadero valor de tu "sello real", de tu esencia o identidad.

Ocúpate de ser feliz y hacer felices a los que te rodean y todo cambiará en tu vida. 

Un abrazo. Mari Cruz

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