domingo, 10 de mayo de 2009

Pétalo 86 :) ¿Y tú me pides disculpas?

Había una vez en un pequeño pueblecito un hombre que trabajaba de aguador, por aquel entonces el agua no salía de los grifos y había que acudir a los ríos a por ella si no había pozos excavados en las cercanías. Los aguadores traían el agua a los pueblos desde los ríos por medio de grandes tinajas. 

Este anciano aguador solía hacer este trayecto a diario desde niño llevando en sus hombros una gran palo que le permitía llevar dos grandes tinajas, una a cada lado. acostumbraba a cobrar 10 monedas por cada una de ellas.

Un buen día comenzaron a aparecer grietas en una de las tinajas fruto del paso del tiempo, y claro al llegar a llenar al pueblo a vender el agua recogida con dicha tinaja el precio por ella no fue el de las 10 monedas, sino 8 y con el paso de los meses el precio descendió a 6 monedas ya que cada vez iba llegando menos agua. 

Comprar una nueva tinaja era demasiado costoso, así que el aguador lo que hacía era apresurarse en el paso para perder la menor cantidad de agua posible en el camino. La tinaja agrietada al darse cuenta de que el anciano ya no podía apresurarse más con ambas tinajas llenas de agua debido a su edad, estaba apesadumbrada, y una noche le dijo al anciano:

- Deseo pedirte que me perdones. 

- ¿Porqué? respondió el anciano. 

- Pues, por estar agrietada, ya que aunque no fue responsbabilidad mía sino que es obra del paso del tiempo, te hace perder agua por lo tanto monedas de oro al intercambiar el agua por dinero en el pueblo, en cambio mi compañera sigue intacta como el primer día haciendote ganar lo que siempre percibiste. Yo se que podías haberme reemplazado pero no lo hiciste, así que estoy en deuda contigo y no se cómo agradecértelo. 

- Tranquila, descansa y mañana te mostraré algo cuando hagamos el camino hacia el pueblo. 

El anciano rellenó como de costumbre las vasijas con agua hasta el borde, y comenzó el camino hacia el pueblo, cuando comenzó a caminar por el sendero le dijo a la vasija agrietada:

- Mira hacia los lados, y díme ¿Qué es lo que ves?

- La tinaja respondió, pues veo un camino, y a los lados del sendero puedo ver un muro de piedra a uno de los lados y al otro una hilera de flores silvestres, con diversos matorrales más fondosos.  

- Durante muchos años he llevado como sabes ambas tinajas repletas de agua al pueblo para intercambiar el agua por monedas,  este camino angosto y solitario ha sido mi compañero de trayecto de vuelta cuando me daban 20 monedas por ambas tinajas. Es cierto que me permitía seguir con mi nivel de vida, aunque algo no me hacía sentir del todo feliz ya que el dinero no lo es todo en la vida de un pobre anciano. 

Pasaron los años y percibía 18 monedas por ambas tinajas, así que un buen día pensé que como yo no podía cambiarte ni lo deseaba, recapacité y reflexioné, voy hacer algo para que tu carencia no sea tan lastimosa para mí, así que agudizando mi ingenio compré semillas y las planté en el lado del camino en el que tú perdías el agua, para que pudiera ser aprovechada, en este caso por las semillas.

Pudiendo disfrutar en mi retorno a casa de un paisaje mucho más agradable, de este modo siguieron pasando los años y estos últimos años he podido disfrutar hasta de la floración de todos esos matorrales, aún percibiendo algo menos dinero por el agua no me importaba, ya que lo compensaba la vista de la que disfrutaba en mi vuelta a casa.

Y de este modo no prescindí de tí, sino que aproveché aquello que tu perdías y que podía servir a otras, en este caso las semillas que más tarde crecieron y afloraron en primavera. 

Así que no me pidas disculpas, sino que debieras estar orgullosa de poder seguir transportando agua a tus años y no te preocupes por la que pierdes ya que yo me ocupé de que fuera aprovechada, además sin tus grietas no tendría colores en el camino en mi vuelta a casa, que es lo que me alegra al final del día.

Soy yo quién debe estar agradecido por seguir cumpliendo tu función aún a tus años y hacerme la vida más feliz ...

Un abrazo. Mari Cruz

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