martes, 12 de enero de 2010

Pétalo 189 :) Así es la vida ...

Este era un enorme árbol de manzanas al cual un jovencito amaba mucho. Todos los días jugaba a su alrededor, trepaba hasta la parte superior, comía sus frutos y se echaba la siesta bajo su sombra.

El árbol también lo quería mucho, eran inseparables y el niño cada día al salir de la escuela corría a estar en compañía del árbol.

Pasó el tiempo, el chico creció y no volvió a jugar alrededor del árbol, prefería irse con sus amigos a jugar a la plaza del pueblo.  

Un día regresó y escuchó que éste le decía con cierta tristeza:

—¿Vienes a jugar conmigo? 

El muchacho contestó: 

—Ya no soy el niño de antes que jugába alrededor de los árboles. Ahora quiero tener juguetes, y necesito dinero para comprarlos, no puedo perder el tiempo contigo. 

—Lo siento, dijo el árbol. No tengo dinero, pero te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas; así vas a poder comprar tus juguetes. 

El muchacho subió a las ramas, tomó las manzanas, fue a la plaza del pueblo;  obtuvo el dinero y se sintió feliz.

También el árbol fue feliz, pero el muchacho no volvió.

Tiempo después, cuando regresó, el árbol le preguntó: 

—¿Vienes a jugar conmigo? 

—No tengo tiempo para jugar, tengo que trabajar para mi familia y necesito una casa para mi esposa e hijos. ¿Podrías ayudarme? 

—Lo lamento, repuso el árbol. No tengo una casa, pero puedes cortar mis ramas y construir tu casa y así podrás tener acomodo para tu familia. 
 
El hombre cortó todas las ramas del árbol, construyó su casa y se sintió feliz, y no volvió. 

Cierto día de un cálido verano, regresó. El árbol estaba encantado de verle de nuevo. 

—¿Vienes a jugar conmigo? —le preguntó. 

—Me siento triste, estoy volviéndome viejo. 

Quiero un bote para navegar y descansar, ¿puedes dármelo? 

El árbol contestó: 

—Usá mi tronco para construir uno; así vas a poder navegar y serás feliz. 

El hombre cortó el tronco, construyó su bote y se fue a navegar por un largo tiempo. 

Regresó después de muchos años y el árbol le dijo: 

—Lo siento mucho, pero ya no tengo nada que darte, ni siquiera manzanas. 

El hombre replicó: 

—No tengo dientes para morder, ni fuerzas para escalar, ya estoy viejo y acabado. 

Entonces el árbol, llorando, le díjo: 

—Realmente no puedo darte nada. Lo único que me queda son mis raíces muertas. 

Y el hombre contestó: 

—No necesito mucho ahora, sólo un lugar para reposar. Estoy cansado después de tantos quebraderos y de tanto vagar, ahora estoy solo ... 

—Bueno, dijo el árbol, las viejas raíces de un árbol son el mejor lugar para recostarse y descansar.
Ven, siéntate conmigo y descansa. 

El hombre se sentó junto al árbol y éste, alegre y pletórico, dejó caer las pocas gotas de savia que le quedában en el rostro aviejado de aquel risueño niño que conoció años atrás. 

Un abrazo. Mari Cruz

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